Una cosa que nos caracteriza a los seres humanos es la insatisfacción. Parece nuestra naturaleza no estar satisfechos con nada demasiado tiempo. Una vez que hayamos establecido que las circunstancias externas no nos van a proporcionar esa satisfacción duradera que buscamos y miramos hacia adentro, es posible que nos preguntemos “¿y ahora qué?” Hemos visto como podemos calmar la mente con la meditación e incluso manejar nuestras emociones en nuestro beneficio pero estos son medios temporales porque nuestra insatisfacción es una insatisfacción vital y para ella lo que necesitamos es encontrar el propósito de nuestra vida. Todos deberíamos de reflexionar sobre esto en algún momento de nuestras vidas. Mucha gente se pasa la vida buscando un propósito sin saber que es eso lo que están haciendo. Normalmente, exploramos este tema en momentos de crisis “¿Y todo esto para qué?”
El budismo nos guía hacia el mayor propósito que es la iluminación pero muchos practicantes se desaniman con algo tan abstracto y lejano. Otras personas encuentran su propósito en ayudar a los demás. Muchas personas ayudan pero no han hecho eso su propósito de vida. Otras personas exploran la creatividad y el arte pero esto es bastante limitado porque es un propósito externo y no interno. ¿Cuál sería un proyecto interno que nos motive lo suficiente para afrontar cualquier obstáculo? Aquí os propongo uno: el convertirse en la mejor versión de uno mismo. En ello está incluido el manejo emocional del que traté en el artículo anterior pero ahora le estamos dando un propósito más allá. También esto se relaciona directamente con la autoestima y el respeto por uno mismo. Estamos en esta vida para crecer como personas y esto se puede hacer hasta el final de nuestros días.