“La vida no es esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia…”
Es un tema complejo ya que hay diversos niveles de insatisfacción. Podemos sentir insatisfacción por una situación frustrante o más bien una insatisfacción de fondo siempre presente.
Un día en una sesión surgió la pregunta:
¿Consideras tu vida una gran insatisfacción con momentos buenos? O más bien ¿Te sientes en general satisfecho/a con tu vida con momentos de insatisfacción?
Merece la pena investigar más a fondo estas preguntas porque son el hilo de donde tirar y ver más cosas.
En el primer caso, deberíamos mirar nuestra vida en un sentido más existencial ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Puede que esté llevando la vida que se “supone” debo llevar pero no es realmente lo que quiero en el fondo de mi corazón. En este caso es muy importante ser honestos con nosotros mismo ya que el autoengaño solo servirá para seguir atascados en esta insatisfacción. Se requiere valor para hacer cambios estructurales pero otra pregunta que nos podemos hacer es: Cuando sea anciano/a, en mi lecho de muerte y mire atrás a la persona que soy hoy ¿me alegraré de haber hecho estos cambios en mi vida?
En el segundo caso, hay una trampa en la que todos caemos de vez en cuando: Pensar que nuestra vida debería de estar siempre bien y sino es que algo está mal. Con esta creencia, en vez de apreciar nuestra vida en general como satisfactoria, nos vamos a centrar en los momentos que no es así y teñirla de insatisfacción. Los tibetanos utilizan el término Duhkha que se traduce como sufrimiento o insatisfacción vital y básicamente establece que esta es la condición humana. Este concepto es muy amplio pero lo que quiero rescatar aquí es la idea de que estar vivo es experimentar momentos agradables y desagradables. La aceptación de este echo nos puede ayudar a tener más paz a pesar de esos momentos de insatisfacción.