Un tema recurrente en terapia es la infidelidad y la pérdida de la confianza en la pareja. La labor de los pensamientos de desconfianza es imaginar siempre lo peor. Supongamos que nuestra pareja ha tenido una aventura pero nos asegura que no volverá a pasar y por casualidad vemos un mensaje en su teléfono móvil con el nombre de una chica. ¿Qué es lo primero que pensaríamos? Seguramente que se está acostando con ella, lo cual nos crea mucho sufrimiento. Aquí es dónde debemos cuestionarnos ese pensamiento: ¿es verdad que se está acostando con ella? La respuesta es que no lo sabemos. Si cuestionamos ese pensamiento ya no nos lo creemos tanto. Pero podemos llevar el cuestionamiento incluso más lejos: ¿Y si está pasando lo que más tememos? En el caso del ejemplo, podría surgir un pensamiento que dice que si nuestra pareja volviera a ser infiel, no lo soportaríamos y también lo podríamos cuestionar ya que ya ha sucedido una vez y lo hemos soportado, hemos sobrevivido.
Con temas como la infidelidad, puede haber una voz en nosotros que diga “esto es intolerable” y esa es la parte que intenta controlar, que siente celos, que sospecha y no confía. Estos son los pensamientos que hay que cuestionar, pues esta voz nos hace creer que es la verdad absoluta. Al cuestionarla, pierde fuerza y se hace más pequeña.
Pero si buscamos en nuestro interior, por pequeña que sea, oiremos otra voz que dice “somos humanos y nos podemos equivocar”, esta es la parte comprensiva, tolerante y que puede perdonar. Esta es la parte que siente amor y pone las cosas en perspectiva. Esta es la parte que reconoce el daño que puede causarse a si misma y al otro. Si prestamos más atención a esta parte, se hará más grande poco a poco y cambiará nuestra percepción de la vida.
Esto no significa que no tomemos medidas, podemos decidir seguir la relación o separarnos de nuestra pareja pero sea lo que sea que decidamos, todo el proceso sucederá con mucho menos sufrimiento. No es tan importante lo que pasa fuera como lo que pasa dentro de nosotros.
Hasta que no nos pasan las cosas que tememos, todo son hipótesis y si nos pasan, podemos comprobar por nosotros mismos que no es el fin del mundo. Tenemos la tendencia a exagerar las consecuencias añadiendo drama por nuestros miedos y por tanto creamos más sufrimiento.